lunes, 22 de abril de 2013

“Lazos perversos”: cine de precisión

Una perturbadora pero estéticamente bella película de la mano del director surcoreano Chan-wook Park, que da cátedra de cómo usar cada segundo y cada cuadro para contar una historia.

Mia Wasikowska protagoniza "Lazos perversos".

Famoso por filmes que cuentan historias perturbadoras, brutales y oscuras enmarcadas en una gran belleza visual, el director surcoreano Chan-wook Park hace finalmente su debut en Hollywood con “Lazos perversos”, un filme de suspenso particular en el hecho de que es contado desde el punto de vista de un personaje que, en filmes más convencionales del género, sería sin duda una villana.

Actuaciones poderosas en su discreción, un guión efectivo con revelaciones que quizá no sorprendan pero sirven bien a la historia, un bellísimo trabajo de fotografía que hace de cada escena, de cada cuadro, un goce para los ojos y el genio de Park a la hora de contar una historia como sólo él sabe hacen del filme uno digno de verse en el cine.

El filme tiene por protagonista a India Stoker (una intimidante Mia Wasikowska), una adolescente que vive con su madre (Nicole Kidman) en una mansión. Su padre fallece en un accidente de tránsito, y pronto su tío Charlie (Matthew Goode), a quien ella no conocía, se muda junto a ella y su madre. De a poco, los secretos sobre la naturaleza de Charlie se van revelando.

Lo primero que salta a la vista es, lógicamente, el excelente trabajo realizado en la presentación visual del filme, con una fotografía que da un aire etéreo y casi fantasmal al filme, dando la sensación de que algo no está bien, algo intangible en el aire que no es normal desde el principio, y esa sensación va cobrando forma a medida que los minutos pasan y las verdades se revelan.

A esa sensación de levísimo, sutil pero inquietante surrealismo, contribuye el estilo de Park a la hora de situar y mover su cámara, con tomas estáticas que bien podrían ser dignas de presentarse en muestras fotográficas en alguna galería de alta gama.

Aunque en ciertos momentos la película pierde un poco de esa exquisita sutileza explicando con diálogos un par de cosas que no necesitaba aclarar -detalles que no pasan de defectos casi insignificantes en un muy buen guión de Wentworth Miller, mejor conocido como el actor que interpretaba al protagonista de la serie “Prison Break”-, en la mayor parte del filme Park exhibe su brillantez a la hora de mostrar en vez de contar hablando, de contar mostrando.

Teniendo eso en cuenta, es necesario mirar el filme desde un punto de vista interpretativo: una de las escenas más climáticas no es una secuencia de acción al final de la película, sino un momento en que dos personajes tocan el piano hacia la mitad del filme, una escena que comunica suficientes cosas para llenar muchas páginas de un guión, pero lo hace valiéndose solo de la música, la edición, el sonido ambiental y las actuaciones, y acaba dejando perfectamente clara la dinámica de la relación entre los personajes y cómo esta cambió, dando una idea de hacia dónde se dirige. Eso es cine en su más pura expresión.

Viendo el filme uno puede notar que Park es uno de esos cineastas que calcula cada segundo y cada aspecto de sus películas de forma minuciosa. Cada cuadro, cada movimiento de cámara o vista fija, cada cosa que muestra o no muestra, la ubicación de los personajes y la composición del escenario de fondo dicen algo, nada parece ser al azar. Todo revela información, desde pequeños detalles de la personalidad de un personaje hasta importantes aspectos del argumento.

Wasikowska, a quien Tim Burton dio tan poco qué hacer dramáticamente hablando más allá de ser un avatar del público cuando le dio el papel protagónico en “Alicia en el País de las Maravillas” (2009), da una perturbadora interpretación como la sombría India, mientras que Goode (Ozymandias en “Watchmen”) interpreta al tío Charlie como como un ser encantador pero que claramente oculta una amenaza que se puede ver en sus ojos y su sonrisa que, de nuevo, dan una sensación altamente inquietante a pesar no tener nada superficialmente raro; un gran trabajo de un actor que debería ser más conocido.

Los cito juntos porque el arco que siguen los dos personajes están entrelazados bellamente, y es brillante cómo Wasikowska va adoptando cambiando muy sutil y lentamente la forma de actuar de su personaje, resultando en un personaje casi nuevo en la última escena del filme. Kidman se queda con el menor de los tres personajes principales, aunque tiene ciertos momentos de lucimiento.

La violencia no es tan gráfica ni abundante como en filmes como el magistral “Oldboy” (2004), pero la sangre que siempre corre en las películas del director surcoreano no deja de estar presente, subrayada por una banda sonora de Clint Mansell (“El Cisne Negro”) que añade al surrealismo con melodías que a veces parecen separarse intencionalmente del aire de suspenso del filme para luego entrar en un total “modo Hitchcock”.

“Lazos perversos” es un gran ejemplo de cine calculado al milímetro para maximizar el impacto y la efectividad de sus escenas valiéndose de prácticamente cada recurso posible. En la función en la que yo la vi, el público consistía solamente de tres personas, incluyéndome. Ojalá sea algo fortuito, porque este es un filme que se merece mucho más que tres personas por función.

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