Claude Joséphine Rose Cardinale, hija de padres sicilianos, nació en Túnez en 1938 y, como otras jóvenes de la época, como Sofía Loren o Gina Lollobrigida, debutó en la edad dorada del cine italiano de la época. Tras su primera película Los ignorantes de siempre, del cineasta Mario Monicelli de 1958, su carrera no hizo más que crecer.
Era de esperar teniendo en cuenta su belleza mediterránea, su talento y la gracia, la fascinación y el magnetismo que desprendía y a pesar de que en sus películas había que doblar su voz grave porque al haber nacido en el, por aquel entonces, protectorado francés de Túnez, Cardinale hablaba francés, árabe y el dialecto de sus padres emigrantes, siciliano, pero no italiano.
Fue en la década de los 60 cuando Claudia Cardinale se consagró de la mano de los dos grandes directores de la historia cinematográfica italiana: Luchino Visconti en El Gatopardo y Federico Fellini en Ocho y medio. Esto le permitió ponerse bajo las ordenes de otros de los directores más prestigiosos, como Sergio Leone, Bolognini, Richard Brooks o Pasquale Squitieri, su marido, con el que tiene dos hijos, Patrizio y Claudia.
Su última película tiene aroma español. Fernando Trueba apostó por ella para su última película, con la que lograría la Concha de Plata al mejor director en el Festival internacional de Cine de San Sebastian: El artista y la modelo.
Si la influencia de la mujer, la "mamma", es un tópico recurrente en la hora de hablar de Italia, Cardinale no ha hecho sino potenciarlo con su marcada personalidad y el espíritu combativo de sus personajes, siempre a la búsqueda de la independencia que la ha llevado, con el tiempo, a impulsar la defensa de los derechos de la mujer y a convertirse en Embajadora de la Unesco.
Este lunes, la incansable actriz, todavía en activo, soplará 75, que no son tantas si las comparamos con las casi 120 películas que conforman su larguísma filmografía.
Fuente: 20 minutos
Era de esperar teniendo en cuenta su belleza mediterránea, su talento y la gracia, la fascinación y el magnetismo que desprendía y a pesar de que en sus películas había que doblar su voz grave porque al haber nacido en el, por aquel entonces, protectorado francés de Túnez, Cardinale hablaba francés, árabe y el dialecto de sus padres emigrantes, siciliano, pero no italiano.
Fue en la década de los 60 cuando Claudia Cardinale se consagró de la mano de los dos grandes directores de la historia cinematográfica italiana: Luchino Visconti en El Gatopardo y Federico Fellini en Ocho y medio. Esto le permitió ponerse bajo las ordenes de otros de los directores más prestigiosos, como Sergio Leone, Bolognini, Richard Brooks o Pasquale Squitieri, su marido, con el que tiene dos hijos, Patrizio y Claudia.
Su última película tiene aroma español. Fernando Trueba apostó por ella para su última película, con la que lograría la Concha de Plata al mejor director en el Festival internacional de Cine de San Sebastian: El artista y la modelo.
Si la influencia de la mujer, la "mamma", es un tópico recurrente en la hora de hablar de Italia, Cardinale no ha hecho sino potenciarlo con su marcada personalidad y el espíritu combativo de sus personajes, siempre a la búsqueda de la independencia que la ha llevado, con el tiempo, a impulsar la defensa de los derechos de la mujer y a convertirse en Embajadora de la Unesco.
Este lunes, la incansable actriz, todavía en activo, soplará 75, que no son tantas si las comparamos con las casi 120 películas que conforman su larguísma filmografía.
Fuente: 20 minutos
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