Y francamente, lo vio todo clarísimo y nadie se la pegó: con lo poco que le echaron delante, Wong Kar-wai, su lugarteniente Tim Robbins y los demás miembros del jurado consiguieron levantar un Palmarés que es lo mejor de esta edición que no hará mucho eco. No ha habido películas, pero si un buen palmarés: el Oso de Oro para la rumana «Child’s Pose», de Calin Peter Netzer, una historia muy bien armada sobre un accidente en el que muere un niño y las consecuencias que ello trae al hombre que conducía el coche y, sobre todo, a su aspiradora madre.
Y premios a pares para la película bosnia de Danis Tanovic, «Un episodio en la vida de Iron Picker», el del jurado y el de mejor actor para el chatarrero que interpreta Nazif Mujic, o que tal vez no lo interprete sino que en realidad lo sea. La chilena «Gloria», que parecía destinada a mayores fiestas, se ha conformado al final con el premio de interpretación para su estupenda protagonista, Paulina García, pero era imposible que no encontrara sitio en el palmarés, igual que la película de Kazajistán «Harmony Lesson», que le han dado el de mejor contribución artística, y que era de las más potentes, dramáticas y sórdidas, con su niño protagonista víctima del abuso de sus compañeros de clase y con una vena rara y de lo más sospechosa. Al americano David Gordon Green lo eligieron mejor director por su «salada» película «Prince Avalanche», que tanta gracia hizo al menos a tres o cuatro filas de la sala.
Y no se podía terminar esta edición del festival sin premiar de algún modo al iraní Jafar Panahi y le otorgaron el de mejor guión a«Pardé», su película en cautividad, aunque da la impresión de no tenerlo ni bueno ni malo. Lo que queda de esta edición de la Berlinale es un cierto desprecio hacia el cine relamido y pretencioso al tiempo que se valora el buen cine social de la película rumana, serbia, chilena o kazaja; lo cual, viniendo de un jurado que preside Wong Kar-wai tiene su pizca de gracia.
Fuente: abc.es
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