- Dotado de un innegable talento visual, ha llegado el momento de saber si Christopher Nolan, el niño mimado de Hollywood por los dólares y la reputación artística que le ha dado a la Meca del cine con su trilogía de Batman, tiene fuste para bregarse en otro género que no sea el del thriller que le ha hecho famoso.
Con Interstellar pica alto, ni más ni menos que a las cumbres de la ciencia ficción humanista de un Spielberg (Encuentros en la tercera fase, 1977) o un Kubrik (2001: Una odisea del espacio, 1968), y, aunque a ratos parece medirse bien con los maestros, acaba desfondándose en el tramo final.
Así, si la factura de Interstellar es pasmosa y su guión está más equilibrado que de costumbre, Nolan se muestra incapaz de transmitir sentimientos complejos con la cámara. Dos escenas ejemplifican su impericia para llegar al fondo del ser humano: la confesión lacrimógena de Anne Hathaway, que, más que llorar, hace reír por su cursilería, y una reunión familiar que hubiera sido el punto culminante de la película en manos de Spielberg, pero que, en las de Nolan, pasa como completamente intrascendente.
No conviene ser especialmente cruel con el realizador: no es que sea mal director, es que Spielberg es muy bueno y resulta más insondable el alma humana que el universo. Nolan aprueba (con nota) en lo cósmico y fracasa en lo emotivo: no es capaz de convertir a sus hombres del montón en superhéroes de la pantalla? sin necesidad de llevar pantalones de lycra ni máscaras de murciélagos.
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