martes, 23 de septiembre de 2014

Spilliaert: el pintor insomne de los reinos oscuros

  • Su producción artística fue siempre claro reflejo de su personalidad: melancólica, enigmática y solitaria. De hecho, aunque pasó una temporada en París en el momento de mayor efervescencia artística de la capital del Sena y conoció la obra de los más importantes artistas de vanguardia, el pintor belga Léon Spilliaert siempre se mantuvo independiente, como si necesitara de la soledad y la introspección absoluta para dar forma a su arte.
'Autorretrato con espejo' (1908), de Léon Spilliaert.
Es posible que esta tendencia al retraimiento estuviera relacionada con su infancia en su Ostende natal, donde durante años fue un niño enfermizo e introvertido, que pasaba las horas dibujando escenas cotidianas de la vida en la campiña belga. De allí, y tras un breve paso por la Academia de Bellas Artes de Brujas entre los años 1899 y 1900, Spilliaert se trasladó a Bruselas, donde inició su carrera artística.

Una vez en la capital belga sus ilustraciones y dibujos no tardaron en llamar la atención de Edmond Deman, un importante editor que en aquellos años se dedicaba a publicar los textos de los más destacados escritores simbolistas y decadentistas. Spilliaert comenzó a trabajar para él, precisamente realizando ilustraciones para aquellos libros.

En aquellos años, el pintor e ilustrador leía con interés los textos de Nietzsche y Maeterlinck, pero también los relatos macabros de Edgar Allan Poe, a quien admiraba de forma incondicional. Al mismo tiempo, su presencia en Bruselas le permitió conocer la obra de artistas simbolistas como Khnopff, Félicien Rops, o George Mine, así como de expresionistas como su paisano JamesEnsor. Tanto unos como otros influyeron de forma notable en la producción artística de Spilliaert.

En 1904 el de Ostende se estableció en París, y allí se nutrió de otras influencias pictóricas: descubrió la obra de creadores como Van Gogh, Toulouse-Lautrec, Gauguin o Picasso, pero especialmente del simbolista Odilon Redon, con quien compartiría su uso expresivo y rotundo del color negro, presente en gran parte de sus obras, ya fueran acuarelas, pasteles o dibujos al carboncillo.

'Vértigo', de Léon Spilliaert | Crédito: Museo de Bellas Artes de Ostende.A partir de su estancia parisina, las obras de Spilliaert alcanzan las características que definirán toda su creación. Son pinturas y dibujos tenebrosos, inquietantes y de gran simplicidad. A menudo representa escenarios oníricos y solitarios, en los que únicamente destaca una figura, y que transmiten una gran melancolía y silencio.

En escenas como ‘Claro de Luna y luces’(1909), se aprecia la capacidad de Spilliaert para otorgar a sus obras una dimensión metafísica y cósmica, apoyándose en una hábil utilización de la perspectiva y la composición, concediendo a los espacios vacíos y negativos un protagonismo que ayudan a transmitir esas ideas siempre presentes de soledad, melancolía y angustia.

Buena parte de los autores que han analizado y estudiado la obra de Spilliaert han destacado un hecho de su biografía que parece haber tenido gran importancia en las características peculiares de su trabajo. Al parecer, el pintor padecía habitualmente de un severo insomnio, lo que le llevaba a salir de casa a horas intempestivas, aprovechando para capturar con sus lápices y sus pinceles escenas nocturnas de gran impacto.

Durante varios años, el artista de Ostende se centró en realizar una serie de autorretratos cuyo estilo se encuentra a medio camino entre el simbolismo y el expresionismo, aunque siempre con las características distintivas del resto de su obra.

Algunos de estos lienzos, como ‘Autorretrato con espejo’ (1908), parecen auténticas escenas sacadas de algún relato de su admirado Poe, pues el artista se representó así mismo con aspecto cadavérico, los ojos deformados y estampa inquietante. Una imagen quizá influida por el sufrimiento físico que le producían las dolorosas úlceras de estómago que padecía en aquel entonces.


'Noche' (1908), de Léon Spilliaert | Crédito: Propiedad del Estado belga.

En todas estas pinturas es frecuente la presencia del espejo, un objeto que a Spilliaert le fascinaba por ser una herramienta capaz de “crear” imágenes, al igual que el artista, al tiempo que servía para estructurar el espacio circundante y dar vida a la composición de sus obras.

Con los años, Spilliaert volcó su interés en paisajes, especialmente escenas marinas, aunque siempre manteniendo las características habituales en él: plasmación de ambientes melancólicos y oníricos, de gran simplicidad y con gran importancia de los tonos oscuros.

En 1935 Spilliaert se mudó a Bruselas, la ciudad en la que pasaría el resto de su vida, hasta su muerte en 1946. Allí, el artista que se describió a sí mismo como “inquieto y febril”, continuó pintando hasta el fin de sus días los escenarios y paisajes oscuros que caracterizaron toda su obra.

Fuente: yahoo

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